ALREDEDOR DE CIN MIL HABITANTES VIVEN CON ALGUN TIPO DE DISCAPACIDAD
Rosario, una ciudad que no es para todos
Veredas en mal estado, rampas rotas, falta de transportes adaptados, ausencia de ascensores y lugares inaccesibles son las principales barreras con las que se encuentran en la vía pública las personas que padecen discapacidad motriz
Rosario, una ciudad que dice ser “para todos” no está acondicionada para personas con capacidades diferentes. Resulta increíble la ausencia de rampas en las esquinas, incluso en avenidas muy transitadas como Pellegrini u Oroño, y en espacios públicos importantes como la Municipalidad y el Concejo. Los bares, teatros y facultades también son lugares a los que difícilmente puedan ir las personas en silla de ruedas.
Sin Barreras, un grupo que lucha a favor de los derechos de los discapacitados reclama rampas, un mejor servicio público, trabajo y pensiones. “Buscamos crear conciencia sobre la problemática de la discapacidad en la ciudad”, declaró Daniel Galeano miembro de la agrupación. “Nosotros creemos que Rosario no es una ciudad para todos porque hay barreras”, resaltó. También destacó que el diez por ciento de los rosarinos padecen algún tipo de discapacidad.
Trabajar parece ser una posibilidad remota para las personas minusválidas. “Acá no se respeta la ley que dice que dentro del lugar de trabajo debe haber un cuatro por ciento de personas imposibilitadas realizando alguna tarea”, manifestó Galeano. Y agregó: “El casino City Center le dio empleo a 1.500 personas pero no tomaron a ningún discapacitado”. Con respecto a las pensiones dijo que “380 pesos no alcanzan” para subsistir.
Sin Taxis. La resistencia de los taxistas, remiseros y colectiveros para llevarlos es la dificultad más grande que tienen los discapacitados. “Conseguir un taxi es ganarse una rifa”, manifestó Claudio Halcovich, que está en silla de ruedas desde su juventud y es miembro de la organización Sin Barreras. “Cuando llamas a un remis por teléfono y le avisas que es para un minusválido no viene o tarda mucho”, se quejó.
Con el mismo problema Juliana de Bernardi, cuya madre tiene incapacidades motrices, comentó que los taxistas ven una silla y se van porque “no entra en el auto” y que tampoco pueden llevarla plegada en el asiento de atrás porque “ensucia el tapizado”.
En consecuencia, el titular de la Cámara de Licencias de Taxis (Catiltar), José Tornambé, reconoció que es cierto que muchas veces el chofer no se detiene frente a una persona incapacitada. Explicó que el tubo de gas le quita espacio al baúl y debe ir con la cajuela abierta cuando lleva una silla de ruedas, que lo expone al robo. “Para el taxista es más fácil y seguro perder un viaje que hacerse cargo del robo de la silla”, aseguró. “Cuando se entregaron las 500 licencias uno de los requisitos era que el coche fuese diesel para poder tener el baúl libre y poder llevar la silla de ruedas, pero luego tuvieron que bajar las pretensiones”, sostuvo.
Vía pública. Basta transitar las calles con una persona en silla de ruedas para vivir en carne propia lo que significa que una vereda esté rota o que un auto estaciones delante de una rampa. Pedazos de mosaicos, raíces enormes que sobresalen, las mesas de los bares y los cajones de verduras son algunos de los obstáculos más frecuentes con lo que se enfrenta de Bernardi cuando pasea con su mamá. “En el centro hay bastantes rampas pero las aceras no están en buen estado”, señaló. Y continuó: “Por calle San Luis es imposible andar”. Asimismo comentó que por calle Mendoza hay una cuadra que tiene rampa pero la vereda de enfrente tiene cordón. O se que una persona puede bajar a la calle pero no puede subir a la acera. A su vez. Halcovich manifestó: “Las veredas en mal estado nos obligan a bajar a la calle y corremos el riesgo de que nos atropellen”. Otra dificultad que de Bernardi destacó es la mala inclinación de las rampas que hace que el individuo choque con su silla y se caiga. “Entonces no le queda otra opción que saltar con la silla para poder moverse”, dijo.
Lugares inaccesibles. “Cuando voy a la Municipalidad tengo que entrar por la puerta de servicio porque la entrada principal no tiene rampa”, denunció Halcovich, aunque dijo no molestarle. El local de comidas rápidas ubicado en San Martín y Córdoba es otro ejemplo de sitios a donde no se puede acceder. “Podemos comer pero no podemos ir a los baños porque están en el primer piso y no hay ascensor”, resaltó. En tanto de Bernardi citó a los abres y teatros como los principales lugares a donde le dificulta ir con su madre. “En muchas ocasiones me encuentro con escaleras altas, falta de ascensores y baños que no están acondicionados”, dijo.
Facultades en la mira
El grupo Sin Barreras recorrió el año pasado las facultades de la ciudad y realizó un informe sobre los obstáculos que tienen los estudiantes que padecen alguna discapacidad motriz. Los resultados confirmaron que la mayoría de los edificios de la Universidad Nacional de Rosario no tienen accesos para discapacitados.
Una vida sobre ruedasClaudio Halcovich tiene 36 años. Nació sin complicaciones pero a los cuatro años contrajo una meningitis que le produjo artritis reumatoidea juvenil. De a poco se le fueron deteriorando los huesos y comenzó a sufrir malformaciones. A los 15 volvió a enfermarse de meningitis. Tras dos semanas en coma, a los 45 días le dieron de alta, pero cuando salió del hospital sus rodillas estaban tiesas y no pudo volver a caminar. Gracias a la rehabilitación logró recuperar la movilidad en el cuello y en los brazos, pero las piernas quedaron inmóviles para siempre. “Como no tengo la suficiente musculatura en los brazos no puedo andar solo con la silla de ruedas”, confesó el hombre que nunca sale sin su sobrino, su auténtico lazarillo. “Me lleva a todas partes”, comentó. Claudio es analista programador y diseñador de páginas web y además tiene un master en Internet, pero nunca pudo ejercer su profesión.
Halcovich, junto a Daniel Galeano, crearon la organización Sin Barreras con el objetivo de combatir los obstáculos que potencian las discapacidades de aquellos que habitan Rosario. “Desde que estoy en el grupo me acerco a las personas incapacitadas que encuentro en la calle y los invito a que se sumen a nuestra causa”, declaró Galeano. Asimismo, reconoce que encuentra mucho rechazo. “Hay padres que no quieren reconocer los problemas de sus hijos y es una pena porque los cambios que queremos lograr son para los jóvenes que tienen una vida por delante”, explicó.
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